
Este es uno de esos momentos a los que me gusta llamar “mágicos”. Después de pasar todo el día en el Teide, decidimos que ya era hora de bajarnos. Nos estábamos quedando sin luz y empezaba a hacer bastante frío.
Cogimos la carretera en dirección al Puerto de la Cruz. Tras girar en una curva, asistimos a un espectáculo de esos que la naturaleza te reserva para contadas ocasiones. Luna llena, ni una nube y la luz del atardecer bañando las caprichosas formas que solo un volcán es capaz de crear.
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